¡No! Mejor, ¿de dónde vienes? ¿Tu alma, de dónde se siente?

Es una sutil diferencia, una línea muy fina que divide tus orígenes entre dónde has nacido o dónde has pasado más tiempo de tu vida.

Cada uno de nosotros puede tener una respuesta diferente a esta pregunta.

Puedes haber pasado gran parte de tu vida en un sitio pero no sentirte parte de esa comunidad o de ese territorio.

Puedes haber nacido en un lugar y después haberte mudado.

Puede que te hayas tenido que mover por razones familiares, de trabajo, por amor o incluso porque alguien te haya adoptado.

¿Ese lugar en el que has acabado viviendo finalmente ha sido tu casa o es ese territorio donde has pasado mucho tiempo?  ¿Te has  hecho esta pregunta alguna vez?

¿Me siento de forma intrínseca parte de este territorio o de esta comunidad?

Probablemente en muchos momentos de nuestra vida nos ha tocado viajar durante mucho tiempo o incluso trasladarnos a vivir a otra tierra. Puede que nos haya pasado de pequeños  o ya de mayores, que la decisión haya sido voluntaria o por alguna razón que no tenía que ver con nosotros.

Seguramente, según el momento, estos cambios los hemos hecho con más gusto o con menos, dependiendo si nosotros hemos tomado esa decisión o bien nos vino impuesta. Depende también de lo que dejábamos atrás: raíces, amigos, familiares, cultura, tradiciones, costumbres. Pero también depende de dónde íbamos, si las personas de esas nuevas tierras nos han abierto sus brazos o si las tradiciones y la cultura se diferenciaban mucho de aquellas de dónde veníamos.

Nuestra percepción tiene un papel importante.

Nuestra personalidad también. Si es una personalidad más abierta, más risueña, incluso más dicharachera, entonces ese cambio se hace mucho más fácil. Si es al revés, si somos más introvertidos, seguramente el proceso será más largo provocado por nuestra propia percepción.

Hay algo que siempre me ha llamado mucho la atención.

A los trece años vine a vivir a Cataluña, pero mi subconsciente decía que estaba de vacaciones, de viaje, que algún día volvería a Italia. Esta idea estaba clara cuando volvía algunos días a mi querida patria en avión.

El aire que hay dentro de un avión está filtrada y es aséptica cuando está en pleno vuelo. ¿Alguna vez te has dado cuenta? Pero no huele a nada, o a casi nada, depende de quién estuviera sentado a tu lado en muchas ocasiones. Pero este es otro tema.

Con la nariz acostumbrada a ese aire aséptico, sentía algo increíble en el momento que ponía los dos pies encima de la escalerita para bajar. En el momento de salir del avión y entrar en esa cortina de aire autóctona de Italia, inspiraba profundamente y… los olores, el aire, la humedad, las esporas de la vegetación, todas mezcladas en esa primera inspiración, mi cerebro estallaba. Se encendía como un árbol de Navidad en Nochevieja. Todos los neuroconectores y las neuronas empezaban a obtener información diferente de todas partes y a darse cuenta de que no estábamos en el sitio de siempre, sino en otro… muy familiar.

Entonces mis neuronas tenían que ir buscando los patrones anteriores de lo que estaba percibiendo y me devolvían la información rápidamente, en cuestión de mili segundos. En el momento en que espiraba, mi cerebro se daba cuenta de que estaba en casa. Era algo mágico. Algo inexplicable, estar encima de una escalerita metálica recién salido de un avión, viendo el paisaje del aeropuerto y que mi cerebro dijera:

“Bienvenido a casa”

Es una de las sensaciones más maravillosas y extrañas que experimento cuando vuelvo a mi querida Italia.

No importa dónde vivamos ahora. Mira en tu interior, siéntelo. Siente dónde tu alma se encuentra en casa.  Pregúntaselo, pregúntatelo, sé consciente de estos mensajes, de estas pequeñas sensaciones que nos hacen estar vivos. Estos pequeños momentos nos pueden  evocar una infinidad de cuestiones sobre nuestras vidas.

De dónde venimos.

A dónde vamos.

Si estamos a gusto donde estamos.

Si queremos estar aquí el resto de nuestras vidas.

Si queremos que nuestros hijos vivan donde estamos ahora.  

Si hemos mostrado nuestras raíces a nuestros hijos, si ellos las valoran y si hemos preguntado a nuestros padres, si aún los tenemos, qué opinan de las raíces y, sobre todo, de sus propias raíces

Esta semana, querido lector, te dejo muchas cuestiones. Normalmente dejo respuestas, pero creo que las preguntas son mucho más potentes.

Al fin al cabo cualquier cosa que pienses estará bien porque al final es lo que tú sientes, y eso siempre es perfecto.

Puede que no compartas estas reflexiones, si es así probablemente no es tu momento para formularte estas preguntas. Pero ya sabes que están aquí esperándote para cuando ese momento llegue. Eso se llama atracción literaria, que será un tema que trataremos otra semana.