Creo que todos tenemos una fobia que nos atormenta.
Llamémosla fobia, o miedo, o, mejor dicho, miedo irracional.
En muchas de estas ocasiones sabemos que no nos hará daño, que está lejos de nuestro alcance o no nos puede hacer nada.
Por eso se llama irracional.
Pero igualmente está ahí y la hacemos nuestra.
Es como un compañero de viaje que ha recorrido con nosotros muchos kilómetros, años, experiencias.
Puede ser a un objeto, a una situación o un lugar.
Hay miedo a las arañas, a las langostas, a los espacios abiertos o a las alturas.
Miedo a los cambios o a los payasos.
Miedo al número 13, a los espejos o a los ascensores.
Yo tengo miedo al agua.
No a toda, solo en zonas donde el agua es oscura y no se ve el fondo.
Me atormenta pasar por un puente si debajo hay un río con agua oscura.
Nadar en el mar donde el agua es tan oscura o profunda que no te ves los pies.
En un estanque.
Sé que es una fobia infundada, pero la llevo conmigo desde hace muchos años.
He intentado profundizar en mis recuerdos y ver de dónde nace, pero no he conseguido descubrirlo.
Creo que solo un hipnotista podría conseguirlo.
Te explico esto, porque mi próxima novela nace desde esta mía fobia.
Una piscina abandonada y llena de agua estancada, pútrida y donde, obviamente, no se ve el fondo.
Un lugar perfecto para esconder cadáveres y que se vayan descomponiendo poco a poco.
Un lugar donde, si has leído el primer capítulo de esta novela, que aparece en la última novela de Álex Cortés, durante un paseo, Karla encuentra un hombre lanzando una alfombra a una piscina municipal abandonada.
No voy a desvelar nada más.
Piscina para la muerte sale el jueves que viene.
Hoy la encuentras con un descuento importante.
La semana que viene te compartiré un video donde explico en qué lugar nació la idea y te enseñaré fotos para, que, leyendo la novela, veas la historia perfectamente ambientada.
Por esta semana hasta aquí.
Riccardo
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